Tzintzuntzan, Michoacán; 19 de marzo de 2023 .- La K’úinchekua, en su edición 2023 resultó ser un mosaico de mitos, música, ritos, danzas, bailes y mescolanzas extraídas de las fiestas patronales, ejidales y comunales de algunas regiones de Michoacán. Su presentación en la explanada contigua a las Yácatas de Tzintzuntzan convocó a miles de espectadores que estuvieron embelesados con la oferta presentada en un amplísimo escenario al aire libre sobre el que se colocaron más de 200 metros de mantas para proyectar un mapping que le dio monumentalidad a la leyenda y, sobre las ruinas arqueológicas, estallaron fuegos artificiales que regocijaron las miradas de la concurrencia.
El espectáculo es bueno en términos generales, sobre todo por lo que es propio de los pueblos tarascos y/o purépechas, nahuas, mazahuas y otomíes y/o ñañús, ya que los realizaron lugareños que aman sus tradiciones, las conservan con especial devoción y las realizan con apasionada entrega. De ahí que la multitud haya disfrutado de danzas, cantos, músicas y bailes en su más pura esencia, con apego total a usos y costumbres de gente de sierra, ciénega, zona lacustre, La Cañada, Valle de Apatzingán y Tierra Caliente, concretamente del rumbo de Huetamo.
El performance abrió con una proyección en la que presentó en mapping una leyenda de la conformación del universo purépecha, enriquecido con mitos y leyendas. Una gran orquesta filarmónica (Colibrí) hizo escuchar su buena música como obertura de la K’uinchekua; y entonces se realizó el ritual de la purificación del ambiente entre el sonido de caracolas y cascabeles con la participación un narrador purépecha y, luego, Las Pifaneras de Cucuchucho con cirios y, una de ellas, llevaba un copalero encendido.
Y el espectáculo se hizo grande con el juego de pelota encendida (huárhukua), competencia en la que dos equipos de cuatro integrantes (Capacuaro) cada uno compiten por llevar una pelota de fuego a una meta, empujada por bastones que ellos mueven con suma destreza. Mientras se realiza el juego se escucha una música de reminiscencias autóctonas.
La Danza del Torito dejó ver a Nana Paula, danzante de 103 años de edad oriunda de Erongarícuaro que emocionó por su destreza y habilidad en la ejecución de las rutinas, porque “ni parece que tiene tantos años”, comentó una joven moreliana.
Entró a escena la Danza del Pescado (Janitzio), cuadro en el que el pez blanco es perseguido por varios pescadores que llevan chinchorros para atraparlo. Danza de zapateado brioso que es observado atentamente como una mujer purépecha que danza con fineza.
Orquestas, arpa y tamborita tuvieron sus turnos y sonaron alegres para que se diera el jolgorio de bailadores y bailadoras de Apatzingán y Huetamo que sobre el escenario hicieron gala de destreza, sobre todo cuando subían a la tabla. La coquetería y los cortejos amorosos fueron dignamente representados por los ejecutantes de tan gustados bailes de la Tierra Caliente. También muy aplaudidos fueron los caballos bailadores.
Y la K’uinchekua creció y creció con los Viejitos Jóvenes, Los kúrpites de San Juan Nuevo, los Kurpichekua (los que se juntan), Los Moros, la Danza de los Viejitos de Jarácuaro. Y llegó el momento de los pireris, lo que lamentablemente no se pudo disfrutar a plenitud porque el sonido no fue de lo mejor y, además, no se le permitió al público escuchar la dulzura de las pirekuas en su esencia pura porque alguien tuvo la nada plausible ocurrencia de acompañar música y canto de los purépechas por la Orquesta Filarmónica Colibrí.
En esa parte del evento medio escuchamos a exponentes tan extraordinarios como el Grupo Erandi de Joaquín Bautista de Paracho, Grupo Purhémbe de Francisco Bautista, Grupo de Cirilo Sierra de Charapan, Hermanos Dimas de Santa Fe de la Laguna, al Dueto Zacán de Oswaldo Campos y al Coro de santa Fe de la Laguna. Y el grandioso espectáculo de danzas concluyó con Los Tlahualiles de Sahuayo y un monumental Torito de Petate de Tarímbaro.
Al final, la noche del viernes, subió al escenario el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla a fundirse con los más de 250 artistas participantes en la gran fiesta de Michoacán. Arriba, sobre la zona arqueológica, fuegos artificiales y letreros hechos con drones. El público aplaudió efusivamente y ni el intenso frío apagó el calor humano, ni el gusto por lo observado. Enhorabuena para la Secretaría de Turismo, y muy concretamente para su titular, Roberto Monroy, por tan buena organización. Así sea.